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322 MEDIOS PARA FOMENTAR LAS VOCACIONES MISIONERAS nitencias». Y en la vida de la capuchina, Sta. Verónica de· Julianis, se lee que quería predicar la fe a todos los que no adoran al verdadero Dios. «Hago con este fin, dice, todas mis penitencias y mientras me mortifico, digo al Señor : Dios mío, no cesaré de cas– tigarme mientras estas almas no se conviertan a Vos. Paso ·horas en este ejercicio, y siempre me sentí ansiosa de padecer por la salva– ción de las almas> (1). Conocidísimos son los sacrificios, penitencias y oraciones por la salvación de las almas del Serafín y Apóstol de la Umbría, S. Francisco de Asís, de St. Domingo de Guzmán, S. Alfonso de Ligorio, S. Felipe Neri, S. Ignacio de Loyola, S. Francisco de Sales. S. Vicente de Paul, el V. P. Claret y de otros muchísimos santos y fundadores de Institutos religiosos. Y ¿ quién no conoce el celo por las almas que ardía en el corazón de Sta. Teresita, declarada por el Pontífice actual Patrona universal de las Misiones? Ella mani– fiesta en el examen canónico que precedió a su profesión religiosa que ha venido al Carmelo para salvar y rogar por los sacerdotes. «Yo· quisiera, dice ella misma, ser misionera, no sólamente durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos» (2). La oración es la gran palanca que ha de poner en movimiento al mundo moral y religioso; Jesucristo podía hacerlo por sí mismo, no tenía necesidad de nosotros, porque él impera a la muerte y los hombres resucitan, manda a los demonios y le obedecen, impone si– lencio a las embravecidas olas del mar, y se calman, dice a los pa– ralíticos que anden, y sus miembros se vigorizan; nada se resiste a su. voz, todo le obedece; y sin embargo, Jesús quiere que roguemos para que el Señor envíe más operarios al campo de la mies. Es que Dios quiere asociarnos al ministerio más elevado que puede ejercer el hom– bre, que es la salvación de las almas. El Divino Maestro quiere que oremos por las misiones y misioneros, por las vocaciones y la obras misionales. Eco de estas enseñanzas, el Pontífice reinante nos dice en la Encíclica Rerum Ecclesiae : « Y en primer lugar, pro– curad de palabra y por escrito introducir entre vuestros hijos y hacer que crezca constantemente la santa costumbre de rogar al Señor de las mieses que envíe obreros a su leampo y pedir para los fieles los auxilios de la luz y (1) V. P. MANNA, La conversion del mundo infiel, pp. 227 y sigs. (2) Hist. de un alma, cap. XI.
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