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6 CARTA DE PRESENTACIÓN marcha: «Euntes, ergo, docete omnes gentes». No puede, por consiguiente, el sacerdote desentenderse del problema misional, al que está ligado por una exigencia que brota de la misma entraña de la vocación sacerdotal. Es más. Por razón de su ministerio pastoral, el sacer– dote. no contento con amar a las Misiones, ha de hacer que sus feligreses las amen, promo11iendo y dirigiendo el espíritu y la acción misional de los fieles, obligados tam– bién en su tanto, como miembros que son de la Iglesia, al cumplimiento del mandato que su Divino Fundador le impusiera. Mas ¿ cómo podrá el sacerdote obtener sa– tisfactoriamente este objetivo de su ministerio, si antes no se ha compenetrado él con el problema misional, si no lo ha estudiado? «Nihil volitum, quin praecognitum» dice el efato latino. «No hay actividad misional, dice a este propósito, el autorizadísimo Dr. Schmidlin, sin amor a l,as Misiones, no hay amor sin comprensión de las mismas, no hay comprensión sin conocimiento, no hay conocimiento sin estudio. Esta concatenación psicológica, agrega este ilustre misionólogo, brota con evidencia de la experiencia y de la misma naturaleza de la cosa». Es lógico concluir, ,por tanto, que, desde el punto de vista práctico, lo mismo que del científico, es de utilidad suma pa– ra el sacerdote la adquisición de una regular cultura misional. Esta cultura misional, como parte integrante que es de la formación sacerdotal, ha de adquirirla el clero en los Seminarios, d:mde los seminaristas han de ser ins– truídos en ésta, lo mismo que en las demás disciplinas eclesiásticas. Así lo afirma el Emmo. Cardenal Bisleti, Pre-

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