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194 CuESTION DE LOS RITOS MALABARES v1ar, si fuera posible, esta magna dificultad, se dió a estu– diar las obras de Confucio y a observar la índole de los sacrificios y ceremonias con que se le veneraba, y creyó descubrir que las doctrinas de Confucio no se diferencia– ban esencialmente de las doctrinas del cristianismo, y que los ritos y honores que se le tributaban tenían más bien carácter patriótico que idolátrico, por lo que juzgó que podía tolerárselo, aún después de convertidos, por lo que se obvió aquella gran dificultad y numerosos chinos, sobre todc de las clases elevadas, abra::aron el catolicismo. La opinión del P. Ricci fué apoyada y seguida por mu– cho~ misioneros jesuítas, y, a la verdad, no puede negarse que dió excelentes resultados; pero ya el sucesor de Ricci, el P. Longobardi, habiendo estudiado detenidamente la cuestión. se convenció de que el P. Ricci se había equivo– cado y que las doctrinas de Confucio ,no eran cns– tianas. smo que eran completamente ateas y que los ritos con que los chinos le honraban eran ciertamente idolátricos, por lo que no podían ni debían to– lerarse. Algunos jesuítas siguieron esta opinión de Lon– gobardi, pero, sobre todo, los que con más insistencia y tesón se opusieron a la opinión de Ricci fueron los misio– neros dominicos y franciscanos, resultando de todo una fuente de disputas que llegaron a agriarse con frecuencia. El asunto fué por fin llevado a Roma por el dominico, P. Morales y el franciscano P. Antonio de Sta. María. quienes obtuvieron de Inocencia X una Bula en la que se prohibían dichos ritos. No obstante, el P. Martini, jesuíta. defensor de la opinión contraria. obtuvo de Alejandro VII, con informes contrarios, que revocara la anterior dis– posición de Inocencia X, pero las disputas se hideron más vehementes. hasta que Clemente XI resolvió definitiva– mente la cuestión en favor de dominicos y franciscanos, con su Bula «Ex illa die», en que se prohibían rigurosa– mente los ritos chinos, estando obligados a jurar su