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192 rJnél bien pronto llamó la de los s:1~;ins ::hi 1 10s por su ciencia y por la perfección con q_u:; habbba su idioma en el que escribió vatios libros científicos y de controversia. Habiendo todo e;:,tO llegado a oídos del emperador, quiso ver de cerca el sabio cu:-opeo. quedando tan admirado de su ciencia, que le colmó de honores, le nombró jefe de los snbios de su corte y le encargó numerosos trabajos científicos. El P. Ricci se aprovechó de esta benevolencia del emperador para pro– pagar su religión, sobre todo entre los sabios chinos. mu– chos de los cuales recibieron el bautismo. A la 1nuertc del P. Ricci (161 O). le ;;u::edió (1631) el Padre Schall, también jesuíta, en la privanza del emperador. merced a sus profundos conocimientos en Astronomía y Matemáticas, ciencias de que los chinos hacían mucho aprecio, y lo,gró un decreto por el que se permitía ei libre ejercicio d.;" la religión católica, de que se aprovechó en tal forma que, en catorce años, bautizó por su propia rmmo más de cien mil paganos. Ade;~ás de los jesuítas, los dominicos y frai-tciscanos tomaron parte activísima en la conversión de aquel vasto imperio; de modo especial en las provincias del sur. donde los dominicos PP. l'vforales y Navarrete lograron hacer mi– les de cristianos, así como los misioneros franciscanos PP. Ibáñez y Antonio de Sta. María que. entre otros, lograron convertir y bautizar a un joven chino a quien pusieron por nombre Gregario López, quien, habiendo después ingresado en la Orden de Sto. Domingo, fué nom– brado por el Papa Obispo de Basilea y Vicario Apostólico de China. El catolicismo siguió progresando notablemente, gra– cias a la protección que le dispensaron los emperadores, especialmente Kang-hi, pero ya en 1723, su sucesor de– sencadenó una sangrienta persecuc10n que produjo nu– merosos mártires, aunque, por una extraña anomalía. d
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