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190 Misrol'rns DEL ]APo:-, Papa y del Rey de España la ayuda de misioneros de otras Ordenes; pero así el Papa. como el Rey Felipe II, creyeron más conveniente que fueran sólo jesuítas los evangelizado– res del Japón. No obstante, el Gobernador de Manila, Gómez Pérez de Mariñas, con objeto de establecer relacio– nes comerciales entre japoneses y españoles, envió a Tai– ko-Sama, emperador de Meaco, una embajada, compuest,., de cuatro franciscanos, a cuyo frente iba S. Pedro Bautista. que fueron bien recibidos del Emperador. Valiéndose en– tonces los franciscanos de su carácter de embajadores y de la benevolencia de Taiko-Sama, comenzaron a predicar el Evangelio con un éxito tan extraordinario, que pronto exci– taron el odio de los bonzos, quienes temiendo perder toda su influencia con el pueblo, sugirieron al Empe– rador la especie de que los franciscanos eran espías del rey de España, para preparar la conquista del país. promoviéndose entonces una sangrienta persecución en que sufrieron el martirio en 1597, entre otros, veintiseis cristianos crucificados en Nangasaki, de los cuales, seis eran franciscanos, tres jesuítas y 17 terciarios de S. Francisco. Estos son los Mártires del Japón, canonizados por Pío IX el 8 de junio de 1862. Muerto Taiko Sama, cesó la persecución, y el catolicis– mo alcanzó un grado de florecimiento extraordinario, sobre todo después que en auxilio de los primeros misioneros llegaron nuevos operarios evangélicos jesuítas, francisca– nos, dominicos y agustinos. Mas la persecución volvió a encenderse de nuevo, provocada por los herejes holande– ses e ingleses que, por odio a España, hicieron correr por el Japón la idea de que los misioneros españoles eran espías de Felipe II, que pretendía apoderarse de aquel imperio. Fueron innumerables los cristianos que, como en los primitivos tiempos de la Iglesia. se ofrecieron volun– tariamente al martirio con santa emulación. Los misio– neros fueron en su mayoría desterrados y muchos pade-

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