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MISIONES DEL ]APON 189 ayudado de la gracia de Dios, convertir a dos de los más rincipalcs, muchedumbre de paganos, imitando el ejemplv d · sus bon:::os, abra:::ó el cristianismo, teniendo el Santo el .-onsuelo de dejar a su pa,tida del Japón, una Iglesia flo– rccie:;tc. El 1:-'. Cosme de Torre,s y d 1-!no. _:u_, i'ernf,nde:::, que hilb:an sido compañeros del Santo en sus rareas apostó– licas, prosiguieron trabajando, después de su partida. re– cibicr:c~o bien pronto el refuerzo de nuevos misioneros je– saítas. entre los que son muy dignos de mención los PP. Barreta, Almeida. Gago y Villela que consiguieron con ~'u gran celo convertir a muchos principales bonzos y aún a los reyes de Ormura y Arima. cuyo ejemplo siguie– ron multitud de paganos. El P. Cabral tuvo también la dicha de convertir al rey de Bungo, Civandon0. quien, a su vez, se convirtió en apóstol de su súbditos, progresando el catolicismo desde entonces en tal grado, que, al poco tiempo, había ya en Japón más de cien mil católicos, especialmente en la ciudad de Nagasaki, donde los jesuítas construyeron su primera residencia. El insigne misionero P. Valignani, Visitador de los jesuíta;- del Japón, creyó muy oportuno, para demostrar a Europa y al Sumo Pontífice los progresos del cristia– nismo en aquel país, y, al mismo tiempo, para que los japoneses conocieran más a fondo la civilización cris– tiana, enviar una embajada a Roma, compuesta de nobles japoneses, convertidos al catolicismo, que, en efecto, se hicieron a la vela en Nangasaki, el 22 de febrero de 1582, siendo recibidos en Madrid con gran solemnidad y agasaja– dos por Felipe II, y en Roma, por Gregario XIII y, poste– riormente, por Sixto V, que les concedió multitud de gra- cias para ellos y para sus paisanos católicos. T- Pronto los jesuítas resultaron insuficientes para regir una Iglesia tan numerosa, por lo que solicitaron del
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