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LA ÜRDEN CAPUCHINA 171 abrazó la Compañía. y que bien puede llamarse «el após– tol» de los protestantes de Alemania. Trabajó incansa– ble en su conversión con sus famosas catequesis en que se esforzaba principalmente en ganar a la juventud, con sus frecuentes polémicas acerca de los dogmas negados poi· los herejes; valiéndose también de la pluma, escribien– do su famoso Catecismo, obra monumental, donde encon– trarán los misioneros católicos armas para combatir toda clase de herejías. A estos misioneros siguieron otros muchos hijos de San Ig:nacio que, extendiéndose por toda Alemania, Suiza. Po- Hungría. pusieron un dique inquebrantable al avance dd protestantismo. de tal manera. que bien puede decirse con el historiador de la Iglesia J. Marx, «que al influjo y predicación de los jesuítas debe Alemania la conservación de su fe católica» (1). 134·. La orden capuchina «Compitió con la compañía de Jesús, son palabras del mismo historiador, en la exten– sión y eficacia de sus ministerios, principalmente en Ale– r:1:rnia. la Orden de los Capuchinos", (2) suscitada igualmente por Dios en aquellos tiempos difíciles. para opc,11ersc al avance de las herejías modernas. En Italia fueron los capuchinos. Santia¡;o de ?vfolfetta, Juan de Fano y Jerónimo de Pistoya (1570). los c;ue dieron la vo:: ck alecta contra los errores protestante~ En Ale– mania. ,,l lo el? S. Liren::o ele Brindis, (1559-1609). del B. Benito de Urbino (1560-1625). del V. Marcos de Aviano (1631-1699) y de otros muchos capuchinos, logró no 3ólo conservar la fe en muchas regiones del Sur de Alemania, sino volver a la obediencia de la Iglesia comarcas enteras infestadas ya por la herejía (1) J. MARX, Historia de la Iglesia, (traducción del P. Ruiz Amado. Barcelonc1, 1929), n. 129, pág. 562. V. CREATINEAU- Jou, Historia de la Compañía de Jesús. (2) J. MARx, o. c. n. 130, pag. 566.
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