BCCCAP000000000000000000000190

las diversas Iglesi,.:s, te;1Ían el carácter de verdad.:·rns misioneros, con la obligación de convertir al cristi,m:s;no a todos los infieles que encontrasen en la ciudad o comar– ca que se les asignaba. Así, todos los Obispos nombrados por los Apóstoles, como los siete que S. Pedro envió a España. y los que S. Pablo y S. Juan pusieron en las Iglesias de Asia y de Grecia. eran otros tantos misioneros celosísimos que, ,'lyu– dados de sus presbíteros y diáconos, lograron el gran milagro como lo 1lamaba S. Agustín. de la conversión del mundo infiel. 102. Misiones en Persia y Armenia. (302) El lmpcrio Romano era estrecho campo para el celo de los misioneros cristianos. que. obedientes al precepto de Jesucristo de pr1edicar el Evangelio en todo el mundo, se extendieron por los n.:inos vecinos, como la Persia. donde ya en el siglo segundo y tercero había numerosas cristiandades, que bi,:::n pronto se reunieron en diócesis, con un metropolitano. residente en Seleucia, no siendo molestados dichos cris– tianos mientras los persas estuvieron en pa:: con los ro– manos. Armenia. iluminada con la predicación de S. Barto– lomé, y regada con su preciosa sangre, fué una de las naciones que más pronto abrazaron la fe de Jesucristo, h,!biéndose probado históricamente la existencia en aquc– lh naci,in de cristiandades florecientes en los primeros siglo" de la Iglesia. Después del Apóstol, arriba menciona– do, debe Armenia su Evangelización al celo infatigable de S. Gregario Lusarovic, llamado «El Iluminado», descen– diente de la familia real de los Arsácidas, cuya santidad y celo lograron la conversión del rey Tirídates II y multitud innumerable de sus súbditos. Fué consagrado el año 30() metropolitano de Armenia, cargo en el que desplegó un celo verdaderamente apostólico. 103. Edicto de Miltín y concilio de Nicea,-La con-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz