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EPOCA DE LAS PERSECUCIONES 143 «cristianos»; Y, después de recorrer probablemente la Bitinia. Capadocia, Ponto y Galacia (1), llegó a Roma donde puso definitivamente su Sede y donde predicó el EV&ngclio hasta su glorioso martirio (67). S. Juan, que tenía su residencia habitual en Efeso, ex– tendió desde allí su actividad evangélica por muchas de las ciudades del Asia Menor. La Tradición nos asegura que S. Andrés evangelizó la Acaya, donde sufrió el mar– tirio; S. Mateo la Etiopía y S. Bartolomé la Armenia; Santo Tomás llegó hasta la India, al mismo tiempo que Santiago el Mayor. uno de los tres discípulos predilectos de Jesús, venía a esparcir la luz del Evangelio a nuestra España, que se gloría de reconocerle por su primer Apóstol. Pero ninguno de los Apóstoles mostró, sin duda, mayor actividad que S. Pablo en la propagación de la Fé. Con– vertido de perseguidor de la Iglesia en vaso de elección, (36) para llevar el nombre de Jesucristo a los gentiles, recorrió infatigable el Asia Menor, donde fundó numerosas Iglesias ; pasó después a Macedonia y a Grecia, fundando allí las de Tesalónica. Filipos y Corinto; predicó a los sabios del Areópago; volvió a recorrer segunda y tercera vez las mismas regiones, sufriendo inauditas fatigas y pe– ligros. como él afirma en una de sus cartas, hasta que, por una Providencia especial, vino a Roma, la capital del Impe– rio Romano, donde. en compañía del Príncipe de los Apósto– les, trabajó por convertir al cristianismo a los señores del mundo, recibiendo en recompensa, como los demás Após– toles la corona del martirio (67) (2). 100. La época de las persecuciones. --La Iglesia, que posee una fuerza expansiva intrínseca, no se detuvo en (1) Petr. I. l. (2) V. ScHMIDLIN, o. c. II, 2, pag. 34, donde trae una copiosa literatura acerca de S. Pablo como misionero. P. G. V1LLOSLADA, S. J. S. Pablo ante la España pagana. FR. MoNTALBAN, S. J. El Universalismo inicial de la Iglesia naciente.

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