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] 42 PENTECOSTES, J\1rsrnNES APOSTOLICAS todo el mundo, y de llevar la luz de la Fe a todas las gentes que yacían en las tinieblas del error, con aquellas palabras memorables: ,,Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y enseñad a todas las gentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ense– ñándoles a guardar las cosas que Yo os he mandado» (1). 98. Pentecostés. --Los Apóstoles, cumpliendo este mandato divino, comenzaron a predicar el Evangelio, desde el primer día de la fundación definitiva de la Iglesia, desde el día de Pentecostés (33), en el que el Príncipe de los Apóstoles, S. Pedro, obtuvo la conversión de cerca de tres mil hombres (2), número que se elevó hasta cinco mil pocos días después, en otro sermón dirigido al pueblo con motivo de la curación del cojo de nacimiento (3). 99. Misiones apostólicas.---( 4) Después de Pentecos– tés, S. Pedro y los demás Apóstoles continuaron su activi– dad misionera, al principio en Jerusalén, después en los pueblos y ciudades de Judea, Galilea y Samaria, secundados por los discípulos, uno de los cuales, el diácono Felipe. hizo una adquisición importante para el cristianismo en el Eunuco de la reina Candaces de Etiopía (5). Mención especial merece el diácono S. Esteban (35), cuyo ardiente celo le mereció la gloria del martirio y el honor de ser el protomártir de la Iglesia y de los misioneros. S. Pedro evangelizó la Judea y Samaría, según consta por el libro de los Actos; parte del Asia Menor, por lo menos la ciudad de Antioquía de la que fué el primer Obispo, y donde los discípulos comenzaron a llamarse (1) Matth. XVlll, 19. (2) Acta Ap. II. 41. (3) Act. IV. 4. (4) V. ScHMIDLIN, o. ,et loe. cit. (5) Act. VIII, 26-40.
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