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108 DEBERES DEL CLERO «Rerum Ecclesiae » con estas terminantes palabras: «Quis– quis, autem est, qui Jesu Pastorum Principis vices in terris divinitus gerat, is tantum abest, ut dumtaxat in tuendo ac servando, quem regendum accepit, grege domi– nico possit acquiescere, ut, contra, praecipuo muneri suo desit, nisi alienas externosque Christo lucrari atque ad– jungere omni contentione nitatur» (1). En los primitivos tiempos de la Iglesia, los Papas y los Obispos ejercitaban personalmente este sagrado mi– nisterio de predicar la fe a los infieles; pero hoy, cambia– das las circunstancias, lo hacen por medio de enviados o misioneros, que son los directamente encargados de cumplir el mandato de Jesucristo a su Iglesia. Y entre los misioneros, claro está, que los Obispos, Vicarios y Prefectos Apostólicos, serán los más obligados. «Nuestras palabras, decía Benedicto XV en la Ene. «Ma– ximum illud», dirígense, ante todo, a aquellos que, como Obispos, Vicarios y Prefectos Apostólicos están al frente de las sagradas misiones, ya que a ellos incumbe más de cerca el deber de propagar la Fe; y en ellos, más que en ningún otro, ha depositado la Iglesia la esperanza de la amplificación del cristianismo,, (2). Después del Romano Pontífice y los Obispos, los sa– cerdotes y el Clero en general están obligados a cumplir con la parte que les toca del mandato de Jesucristo, no sólo predicando y enseñando personalmente el Evangelio a los infieles, si se les presenta ocasión, como están obli– gados los párrocos, con los infieles que moran en sus parroquias, según ordena el canon 1350, 1; sino también cooperando con todas sus fuerzas a la obra de la Pro– pagación de la Fe, con los numerosos medios, que la Iglesia, sobre todo en estos tiempos, ha puesto a su dispo- (1) )\.et. Ap. S. a. 192fí vol. XVIII, ¡ng. 65. (2) Act. Ap. S. a. 1919, vol. XI, p. -!42.
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