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1-:I. CO~!!SAH 1-\TU rmxrm_\! - DE CA,-;TJl,LA l\1arcas. ·'Desde luego-dice el cronista-se hizo un conven– tico (1·n El Pardo) de juncos, como una empalizada, quedando tan formado y tan gracioso, que hacía un hechizo de devo– ción. Hízose una iglesia pequeña enn nü más altos que de dos tapias y :media, cubiertos también de juncos, y tan estremada dr- devoción. que no parecía sino nn retrato de lo que podía srr el portal de Belén" (3). 4. No conocemos datos concretos acerca de las prácticas de piedad de este primer período, que probablemrntr eran las mismas de los períodos siguientes . Puede afirmm·se que lns primeras comunidades capuchinas de Castilla adoptaron io pi·ádica. r:i PstahlPei<la en las otras Provincias españolas, de añadir una hora de oración mental a las dos que prescribían las constituciones generales (5). Fué un alumno del Comisa– riato castellano quien el año 1615 tradujo en español el exce– lente libro de meditaciones del P. Matías Bellintani de Saló, Práctica de la oración mental) que acaso sirviera de lectura en Pl coro (6), Los cultos de la iglesia se hacían con el máximo decoro y con gran sencillez y devoción. Nos imaginamos el significado dr esta frase del primitivo cronista. que afirma que la misn ;-;olemne del 2 de febrero de 1610 "se celebró cantada a nues– tro modo" (7). ':l'an devota y pausadamente celebraban el san– to sacrificio, que en la Corte se decía como por proverbio: para oír la misa de un Capuchino. se necesitan rodillas de hierro (8). Era un espectáculo curioso ver cómo concurrían a los cultos de nuestras pobres igksias los Reyes ,con su Corte, los nobles con su séquito, y, sobre todo, el pueblo ... con su devoción. 5. Pláceno-s recordar cómo ya en aquellos primeros años de vida capuchina en Castilla nuestros antiguos Padres pro- (3) CL Anales, p. 2H. (4•) Véase más abajo, p. 80, 1i7 sig. (5) Véase mús abajo, p. 76. (6) No nos ha sido posible consultar' ningún rj(•mplal' de esta traduc– ción espaiíola, pero su existencia se halla co,,firmada por la autoridad dei P. Martín de Torrecilla, a quien han seguido todo,; los lJib!iógrafos posterio– res. Cf. A¡iologema, espejo y excelencias, p. i57, n. 652. (7; 1:r. Anales. p. 21. (8) CL GAU!\!El,E D.\ MODIGL!ANA, Leggendmio cap¡mccino, t. IV, p. 2811.
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