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IH.-LA OBSERVANCIA HEGULAH 1. Contrastes.--2. La vida de las p1'irneras comunidades de Cas– lilla.-3. Pobre~a de los conrentos.-4. Prácticas de JJiedad.– ~1. Culto a la Inmaculada.-ü. V eneraciún popular. '1. Terminálmmos el capítulo anterior aludiendo al temor infundado ele algunos religiosos. que preveían una relajación de la Orden si los Capuchinos se propagaban por Castilla. Efectivamente, la primera comunidad de .'.\fadrid, y las demá,; que sucesivamente se fundaron en otras ciudades, dieron un solemne .mentís a quienes recelaban que por ser los castella– nos "de ánimos más dilatados" y "de mayor desparcimiento" podían ser causa de que decayera la austeridad característica, inconfundible, de la Orden capuchina. Cierto que el aura po– pular que los rodeó desde el primer :momento, y la porfía de los nobles en favorecerlos, les brindaban sobradas ocasiones para adoptar y seguir ciertas comodidades en el vivir coti– diano. Pero si los admiradores y bienhecho:res daban pruebas inequívocas de :su generosidad y afecto, los religiosos testifica– ban elocuentemente con su conducta la fidelidad inquebran– table a la:s promesas juradas. 2. He aquí con cuán vivos colores nos describe un testigc de vista los rigores de aquella primera generación: "L'a obli– gación de dar principio a una Provincia estimulaba mucho A. los prelados y súbditos a particulares fervore·s, y así, de acuer– do común, porque con ocasión de la largueza de proveernos de las limosnas no se introdujese alguna relajación o dema– sía, se ajustaron a un género de moderada abstinencia que ·se

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