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y --.\CTl\'In.\Jrns ,\POSTOLTCAS A) E 11 r I t e r 1· i l. o 1· i o <l e I a P r o v i n e i a l. lAi pi·1°11icar:i1;n.--:!. El rnlto dr las iglesias.-:t El apostolado ,ie la /111rna p1'1'nsa. l. ,\pe1rns los rt•slaurndor«·s dr~ las Provincias capuchinas ,~spaiiolas inuugumban una 11t1PVll «·omunidad regular, r,mpmm– ban con apostólico celo y i'ervm· seráfico la 1wedicación, la l'.Hal ('jerda por doquiPt' un irresislihle poder de atracción. Basta leer los periódi<'OS y revistas f'alól i<'aii de la {\poca; sobre todo El .4/ensaJero Seráfico se hncía con frecuencia eco del Pnln– siasmo que suscitaban los prcdicadm·cs y del copioso fruto q1w recogían. Esta forma de apostolado, tan efica:r.mcnte cultiva1l.1 por los Cnpnchinos caslf'llanos dr. todos los tiempos, no hu hecho sino df'sarrollarse más y más, adaptándose a la-;; exi– p-cncias >' guslos 111ode1·nos. El Capuchino continúa aún hoy siendo el ap<'>stol del pueblo--como le llamó Lacordaire - - :t quien instruye con misiones parroquiales, novenas, ejercicios, ll'iduos, retiros es peein lizados, conferencias, etc., y regenera y soslimw, dirigiendo y orientando las conciencias, rnáxim<~ 1·11 f'l !l'ihunal de la 1wnilP11cia. al que acuden nurnProsos los fieles. 2. E11 este últi1no período l1a alca11zado extraordinario desarrollo el culto público de las iglesias conventuales, en l:is cuales tienen pujante vida y bienhechora aeciún numero:;as asocíaeiones piadosas, cofradías, etc. Además de la Venerabl,~ OnlPn Tercrra, canónicamente erigida en todos los convenioi".

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