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II.-OBSERVANCTA REGULAR L Estarlo general.-2. Un centro de más estrecha ohse1'vancia: d convento de El Pardo.-3. El espiritu scráj'ico.-1. El cul– to de las iglesias.-':'). Religiosos ilusll'cs ])01' sus virtudes. 1. La mitad del siglo XVIII coincide con el mayor espleu– dol' de la Orden Capuchina, y tarnhifo1 la Provincia de las dos Castillas conoció entone-es el apogeo de su vida. Pero en lo-, últimos decenios de aquel siglo la decadencia de la vida cris– tiana se infiltró en las comunidades religiosas. Entre los Ca– puchinos Pastellanos no faltaron rnny laudahles iniciativas para detener y eliminar el mal que avanzaba; los religiosos de mejor espíritu, deseosos de vivir integralmente los ideales de la vida profesada, podían retirarse a algunos conventos de estrecha observancia, en donde se forjaban lüs almns que cnn la práctica intensa de las virtudes religiosas y con el aposto– lado dinámico del ejemplo y la palabra se oponían a la paga– nización progresiva de la sociedad española. Los conventos de 'roro y de El Pardo, regidos por estatnlos particulares, fueroH dos semilleros de santos y apósloles. Cn síntoma que nos l'P– vcla el rigor por mantener intacta la observancia regular lo tenemos en el hecho siguiente: el 8 de octubrr de 1779 algu– nos capitulares, "por no seguir en todo la vida común", fuP– ron privados de la voz activa y pasiva ( 1). Sin embargo, es rn'cesario reconocer que los acontecimientos políticorreligio– sos y la exagerada y persistenlR injerencia de las antoridadP" (1) Gf. Erario, p. 253. Al sustituir los discretos por otros vocnlcs en el capitulo proyinciul, SC' !lizo notar qnc súlo podían ¡mrticipue en é' si obser– _vabun la vida común.

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