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J!í(i DE:-'AHHOLLO DE LA PHOYINCIA tamente las intromisiones de las autoridades civiles en asun– tos eclesiásticos. La solución no fué del agrado de todos, y hubo recursos al Papa y al Rey (18). Para atajar el mal, qm• iba en aumento, el P. General se sirvió de un privilegio rl,! la Santa Sede, y de acuerdo con el Nuncio, y después de ha– be1· ohlcnido el regio Exequatur, el 18 de octubre hizo por sí mismo la elección de los Superiores provinciales (19). otro síntoma revelador del descontento general, provoca– do en gran parle por la excesiva injerencia del Gobierno en el régimen interno de la Provincia, lo hallamos en las acta,; capitulares, pues en todos los capítulos son muy numerosas las renuncias de los superiores locales, así guardianes eomo vicarios (20i. Hay que reconocer también que en la segunda mitad del siglo no se notaba en España un n1nbienle muy benévolo hacia las Ordenes religiosas. He aquí una pmelm: el Procu– rador de la Provincia, P. l\Iartín de la Comña, Pseribía al Guardián de Deusto el 27 de mayo de 1751: a pl'opósito del enojoso asunto de aquella fundación, y a la insinuación de los contrarios de que los Capuchinos no hacían allí falta, le dice: "No es ahora el tiempo más propicio para ventilar si somos o no necesarios. cuando están para salir unas Bulas que, ha– blando de los frailes en general, regulan a muchos por inúti– les y nada provechosos, pues por ellas se dispone que por seis años no se admitan novicios, para descartarse por esh mrdio de la muchedumbre de religiosos" (21). 6. Con todo, 111' Provincia continuó desarrollando puj anlt> su vida hasta la última década del ;:;iglo; los estudios se re– organizaron según las exigeiwias de los tiempos, la observan– cia se mantuvo gene1·almente en su fiel y aun en algunos con– ventos se amnentií el rigor y eI r~tiro; los predicadores conti– nuaron las tradiciones gloriosas de la Provincia y los misiu-– neros llevaron a tierras de infieles la luz del Evangelio. (18) . Cf. Homa, Areil. de la Embajada de España, Leg. 34.7, f. 4.8. (!9) Cf. Eral'io, p. 24.6 sig. (20) lbili., p. 24.9 sig. (21) Cf. ANDHÉS DE PALAZt.:ELO, ob. cit., p. 227.

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