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TII.-LA YOZ DEL PT'EBLO A los Capuchinos caslelluno::; cuadra co.mo anillo al dedo lo que en general dijo i\fanzoni en su obra monumental Los .Vovios: "Para el Capuchino nada hay demasiado unjo ni de– masiado alto; lo mismo penetra en los espl{•ndidos palacios de los ricos que en las destartaladas buhardillas de los po-• 1H'es" (í-i\. Si los Capuchinos en l\fodr1d allcrirnbnn Pon la aris– tocracia de la capital, y aun con los Beyes, nunc·a abandona– ron a los po!Jres, a los ignorantes, a los desvalidos; ello hu– biera, sido igual que traicionar su ideal y su vocnción, pues <'Orno dijo muy bien V. Gioberli, ''el Capuchino es PI lipo del liombre pobre, ensalzado y purificado del Evangelio" (43); vive en eontaclo con el pueblo, siente las vibraciones de su alma, estudia sus aspiraciones y tendencias, nuseulta sus pal– pitaciones, para nplirm· en relación a. carla uno lns prPceptos de la justicia y de la caridad. Y, en efecto, la vida ejemplar y auténticamente franciscana de loti Capuchinos de Cnstilla creó hien prnnto en derredor de ellos una simpa lía arrolladora; eran ainados y rrverenciados lo mismo por el pueblo humilde y pobre, con quien dividían sus dolores y privaciones, que por los sujetos más aristocrá– ticos, a quienes recordaban, con la fuerza del rjemplo y con los principios del Evangelio, la:S leyes de su eondneta indivi– dual y social. (42) Cf. e\. :\iA:s;zo:-.1, / Promessi. Spu.,i, r. ITl. (43) CL n Gesuila 111odemo, t. IV, p. 104-106, Losanna, 1Si7.
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