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102 LA \ llJA UE L.\ PHOVIXC!A )618-17,Hi) --------- l11cimieuto, halJía c11camüwdo aüus !1ubía Slltí eje.rcicios a fiu de que o le diese Dios gracia para salir de lo:,; estudios predi– cador apostólico, o no lo habiendo de ser, le quitase la vida an– les de acabarlos" (1). De cuanto dejamos escrito sobre los estudios se desprende la preparación que se exigía a los predicadonis, pues no cabe la menor duda de que uno de los 1ines principales era enton– ces-como ha sido siempre-formar sacerdotes aptos e idú– neos para el sagrndo ministerio d<' la palabra. Y el estudio y . la observancia regular formaron aquella pl(~yade de predico• dorPs, ·· nsom ll!'o del murHlo ", que sembraron en los reinos dt• Castilla la semilla del Evangelio. Bien que dmante este perío-– do más de la mitad de los sacerdotes no fueran predicado– t'f's (:2) ; había en todos los convenlos yul'ios religiosos de·stina– dos y prcpUt·lldos para e·sta noble empresa dn anunciar a lo:-; fieles la palabra divina (3). Terminado, pues, laudablemenlt~ el curso leológico y suiw– rada con fplicidad la prueba de los exámenes de predicador. los jóvenes religiosos reci,bían la correspondiente patente del P. General, aunque en Castilla algunas veces empezaban a pre– dicar con la sola autorización del Nuncio 2. Generalmente, las razones que aducían los fundadores de los conventos para vencer las dificultades que casi siempre se oponían a las nuevas fundaciones, se basaban en el bien– hechor apostolado que los Capuchinos ejercitaban con la pre– dicación, con la in·strucción catequística, con la administra– ción de sacmmentos, etc. (5). El género de predicación que preferentemente cultivaban t'ra el moral de misiones, novenas. advientos, cuaresmas, et- (1) Cf. Anales, p. 76. (2) Véase el gráfico de las est¡¡_dísticas publicado más arri!Ja, p. 44. (3) "Se han experimentado en España grandes beneficios en los conti– nuos exercicios que administra mi sagrada Religión, pues nunca en ella .faltan predicadores grandes, a cuya persuasión se han visto conversiones de muchas almas". MARTÍN DE TORRECILLA, Consultas, alegatos, apologlas, t. I, p. 386, n. 40, 2.• cd., Madrid, 1707. Véase Cer~monial seráfico, t. II, pá– ginas 268-274. (4) Véase más arriba, p. 88. (5) Cf. ANDRÉS DE PALAZUELO, Com:ento de Capuchinos de Calzada, pá– gina 7 sig.; ID&,1, Convento de Capuchinos de Deusto, p. 8 sig.
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