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DE Nü É ~TIIA S EXOR.-\ DE LóURDES :i l ~ - ~ \'W '<:;¡q queda después del naufragio espiritual del pecado, y apuntó con claridad en su segundo p unto las condiciones de la verdadera penitencia. El Rdo. P. Juan de Ansoaín nos <lió clara idea de la oración, de su valor y ele los e fectos saludables que produce en bs almas , é inspirándose á su vez en las palabras de Nuestra Señora de L_ourdcs á la niña privilegiada: Rogad por los pecadores, nos habló con suave estilo y no me– nor energía de expresión, de la obligación que nos corre ele rogar por ell os, probando sttis– factoriamente que uno de los fines para qu e es– tamos e n el seno de la Ig lesia es para· rog a r á Dios por los pol.Jrecitos pecadores . E l celo apostólico del Rdo. P. Policarpo de l3a_ ñeras se manifestaba ya en los primeros párrafos de su discurso , en e l que, con entusiastas y va– li en tes fras es, y hermosos pe ríodos, nos ha bló de la virtud de 13. ca ridad , por la que hombre~ de distintos cara cteres, diversas leng uas y diferentes nacionalidades, se aman y se ayudan en sus ne– cesidades; demostrando , asimismo, que el g éne ro humano ha de adquirir la pe rfección, á que cons– tantemente tiende, con el ejercicio de esta \'irtud , y por el la se transformará el corazón de los mortales. A l día siguiente, el Rdo . P. Basilio de Guer– nica exhortó al aud itorio á rezar todos los días de su vida el Santí-simo Rosario de Nues tra Se- ~ ~

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