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3~ ME~lURIA HJSTÓR JC A DE LA GOFRA DÍA ~ ~ -w 'Ó~ eclesiásticas e sino de esas otras que son como el complemento de la educación perfecta de un ce– loso servidor del santuario, que, para poder con– tener con los modernos · impugnadores del cato- 1 licismo, necesitaba estar tan versado, si no más que ellos, en lo que han dado en llamar ciencias I político morales. Conocido era de gran parte de su auditorio que su ciencia y prudencia extre- ! mada había sido causa de su encumbramiento 1 desde la modesta esfera de capellán de la Ar– mada, hasta el encumbrado puesto de Vicario ge- 1 neral de una diócesis que, como la de Ilo-ilo, iba 1 á ser pronto teatro de grandes acontecimientos 1 ¡ políticos y religiosos, y bien podemos afirmar J 1 que el éxito superó á las más halagüeñas espe- I ranzas. Trató el reverendo Sr. Blesa de los obs– táculos que á la castidad se oponen, y circuns– cribiendo su sermón ·al influjo pernicioso del sensualismo en la literatura, en las artes y en las costumbres contemporáneas, supo trazar de mano J maestra el cuadro de disolución que á diario pre- ¡ senciamos, flagelando con dura mano ese vicio ; enervante que amenaza retrotraer á la antigua barbarie las sociedades cristianas. El séptimo día empezó el Triduo con que fi. nalizaría la Novena, estando expue:sto S. D. M. de sol á sol, velándolo, como en el resto de la 1 misma, las Celadoras de la Cofradía de Nuestra 1 Señora de Lourdes, en sus reclinatorios, y ocu- ~ - ~

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