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DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES 31 ~ -- --- -· -- -- -- - --~ con el mismo gusto artístico de siempre, la Salve con que cada tarde, finalizaban los cultos. En la tarde del quinto día, el Rdo . P. Ber– nardo de Sarriá, misionero apostólico, encareció la necesidad que tenemos de hacer penitencia. Empezó ya en su exordio á hacerse dueño del corazón de sus · oyentes por la sencillez r.onmo– vedora con que confesó su natural turbación en predicar ante un público selecto, el humilde mi– sionero hecho á la predicación apostólica ante tribus semisalvajes, sumidas en los horrores de la 1 idolatría 6 de la herejía protes tante. Los acen- 1 drados sentin1ientos de patriotismo y de paternal cariño hacia sus neófitos de Carolinas, de que hizo 1 , gala, preparando al auditorio á escuchar la con– movedora relación que hizo de esta sociedad que, 1 1 después de regenerada por Cristo, vuelve al pa- , ganismo, siendo la penitencia intimada por la Virgen de Lourdes, medio eficacísimo para con– tener al mundo en la pendiente de su ruina. Terminó con un brillante parangón entre los ni– nivitas pecadores y España prevaricadora, con– jurando á ésta á imitar el edificante ejemplo de penitencia con que aquellos se hicieron acreedores á que Dios levantara el decreto de destrucción 1 que contra ellos tenía fulminado. Viva curiosidad había por escuchar al Dr. Biesa 1 en la cátedra sagrada. Su fama de hombre es– J tudioso y de conocedor, no sólo de las ciencias ~. -~

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