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m¡: :'ff ESTR .-1 SEXOR .\ DE L OURDES 29 ,, i 7 . y rnerosos ejemplos del poder de María, empleado en favor de sus devotos, terminando con una tiernfsima deprecación en que conjuraba á la Madre de las misericordias á que detuviese ya el brazo vengador de su Hijo, que airado se le– vanta sobre este desgraciado país. Como formando vigoroso contraste con la pos • trera deprecación del sermón del Rdo. P. Alfonso, 1 f aquella noche, 4 de Febrero, tronó el cañón: 1 violento, nutrido fuego de fusilería y pavorosos ! incendios en los barrios que circundan á Manila, 1 1 proclamaron. la ruptura de hostilidades entre _el Gobierno revolucionario y los hijos de la Unión Americana. El pavor consiguiente á un estado de 1 cosas por demás anormal, no fué parte á im– l pedir á unos centenares de devotos de María á ' que acudieran á su Novena, en la que el P. Se– l¡ gismundo del Real de Gandía, misionero apos- tólico de las Carolinas, ensalzó, con inimitable elocuencia el poder de la oración. Pintó el cua– dro desgarrador de la moderna sociedad que, como los antiguos israelitas, gime bajo el pesado J yugo del Faraón del pecado, y sentó como pro• · posición que, así como aquellos, nosotros nos salvaremos, si acudimos á la oración que la Vir– gen nos intima en Lourde~, como medio el más : eficaz para alabar á Dios, conseguir la gracia 1 1 y satisfacer por los pecados. El orador, para ! 1 ' probar su aserto, puso á contribución sus cono- :
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