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DE NUEST!U SE:{ORA D11'. L OU RDILS 89 r- - ~ :-i j . ? la más alta de las maternidades, y una prudencia superior á la de toe.los los siglos acumulados. <: ¿Con qu é compararla en este mundo misera• ble, donde los rayos de lo bello están esparcidos, rotos y debilitados, y donde nunca aparecen sin ' alguna mancha impura? Ninguna majestad del Universo, ninguna clistuición ele este mundo, nin• guna pequeñez de acá abajo podrían darnos una idea suya, y hacérnosla comprender mejor. Con las lámparas de la tierra no se puede hacer ver, y por decirlo · así, iluminar los astros del cielo 1> . Así, con ese conjunto ele bellezas, con ese te– soro ele perfecciones, el artista inspirado nos dejó un trasunto de aquella celestial hermosura, en : la bendita imagen que diariamente ve á sus plan• tas postrado al infortunio y suplicante al dolor. Bien haya mil veces la inspiración que guió ' la mano del artista, dejándonos en el inanimado leño un bosquejo ele la hermosa divinal ante quien 1 palidecen las estrellas del firmamento y cuyo ros– tro no se s1c1an de contemplar los moradores 1 del Empíreo. Madre mía! Virgen Santísima de Lourcles! la \ que durante nueve días hemos visitado, la que 1 escuchó nuestras plegarias y ante quien derra– mamos nuestro corazón: ahí, cabe tu altar santo, i junto al trono ele tus piedades, te dejamos nuestras 1 súplicas, depositamos nuestros votos y oraciones . _.. l J
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