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83 ~IEMO"JA IIISTÚR ICA DE LA COJ71{ADÍA ~ ~ la bendita image n sonri e al cie lo, como ag ra- j dec iéndole sus tr iun fo s, como eleva ndo á su Hij o 1 la plega ri a de su reconocimiei1to po r haberla 1 exa ltado sob re toda cria tura y encumb rado sobre la creació n ente ra . Es ell a, sí, es ella ; ta l como la conttmp ló por vez p rime ra en la gruta de Lourdes la d i– chos ísima Bernardita. Es ell a, sí es ella ; como nos la p intó con colores robados éÍ. la paleta ele los á ngeles, el 1 ca ntor incompa rable de las apa rici ones de las 1 rocas de _fassa biell e; 1 « La luz inefable que flo taba en to rn o suy o, 1 ni turbaba ni he ría la vis té:,, como el respla ndor j del sol; sin o que a tra ía in ve nciblemen te la mi- 1 ra<l a , q ue en ell a p a recía bafi arse y reposa r con , deli cia. Era como la es trella de la ma ñana, la luz con la frescura. Sin los contorn os fugiti vos el e una 1 1 visión fantás ti ca, era una realicla<l viva, palpable , a l parecer, d ifiriendo úni camente ele toda persona j ordina ri a, po r su aureola y su celes ti a l bell eza ;> . • De es tatura medi ana, pa recía muy jóve n, y 1 tenía la gracia de los veinte a fi as; pero si n perder l nada su ti e rn a de li cadeza, este brillo, fu g itivo como 1 el ti empo, te nía en ell a el ca rác te r ele etern o . Má s aún: en sus fa cciones, ele un a pureza infi- 1 nita se mezc laba n en cie rto modo, sin turbar su 1 a rmonía, e l inoce nte cando r ele la niña , la pureza 1 encantado ra ele la doncel la, la tie rn a g ravedad ele

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