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DE N CESTRA St;:XOJ<,\ DE LO\.RDES 87 ~ ~ y en las concavidades de la roca, porque del 1 hondo valle de la ti e rra ll ega hasta noso tros el ciamor del infortu nio . Ven, que la voz de la tórtola se ha oído ya en nues tros campos; es la tórtola que arrulla quejumbrosa, lejos de su nielo; es el hombre que llora lejos ele su patria. « Ven, l\faclre mía, ven; que esos hombres son mis hermanos son tus hijos; los hijos que con – cebiste en la cumbre el e aquel otro monte, donde, entre inconcebibles dolores t e constituí Madre del hombre, protectora ele la descenden– cia de Adán, re fugi o y consuelo y_ auxilio ele los cristianos, vici a, dulzura y espe ran za bienhechora del mísero mortal. ~ Ven l\Taclre mía, y ensancha los senos de tu alma y recrea tus oídos y ex tas ía tu espíritu, 1 a l escuchar esa o tra voz po ten te, avasall adora, como la ele los ma res ag itados, como ruido de graneles aguas. Es el concento que sube el e la tie rra , es el himno que se es capa de los corazones ele los hombres ag radecidos á tus bondades, es el Magnijicat ele tus exultac iones , el al!eluya ele tus triunfos) el ep inici o ele tus v ictorias. «H e aqu í que en verdad tocias las generacio– nes te apellidan bienaventurada, y toda lengua be ndice tu nombre y tocia la ti e rra alaba tus misericordias ». Y as í, escuchando es ta voz de dulzura srn igual, percibiendo este acento el e ternura inefabl e, 1 ~ ~ •
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