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8b :l!El\IOR IA H! STÓR ICA or,: LA COFRADÍA ~ · ~ en calma, como un cielo sm nubes, como un co- i razón sin afanes? ¿Cómo pintar la mirada de aquellos ojos de tórtola enamorada, según la requebró el divino Amante; de aquellas mejillas que semejan gra– nadas entreabiertas; ele aquellos clientes, blancos y unidos, como sartas de perlas·; de aquellos la bias, rojos como cinta ele grana ; de aquellos bu– cles, rubios como las mieses en verano; de aquel conjunto, en fin, de perfecciones, que extasiaban al Esposo y le obligaron á llamar á la Amada su hermosa, sn predilecta, su escojida, su pa– loma, su esposa, su inmaculada á cuya pue rta llamaba con insistencia, mi entras sobre su cabeza caía el rocío de las nubes y mojaba sus cabe– llos el relente ele la noche. Vueltos hacia el cielo sus ojos divinales y convertida tocia su atención á lo alto, pa re~e que la Virgen está escuchando la voz de su ¡ Hijo que la dice: «\'en del Líbano, Madre mía, ven del Líbano; ven ele la cima del monte Amana, ven ele las cumbres el e! Sanir y del Hermón; ven y serás coronada con la diadema de la miserico rdia, cuyas . perlas son las lágrimas 1 que enjugaste, cuyos florones son las miserias 1 1 que socorriste, cuyo brillo lo forma el resplan– dor de tus piedades, el fulgor de tus misericordias que á torrentes « Ven· y anida derramas sobre los hombres . en los aguj eros de la montaña 1 1 1 ~ -- ~
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