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48 LOS CAPlTHINOS EN Ai\IERICA canzar los naví os en Concepción. Partió ele Buenos Aires en Ag os to de 1712 y a los och o días llegaba a Santa Fe, cosa que hoy se hace en unas horas de tren. Perdido ,en los bosques argentinos, descono– ciendo el camin o, veíase harto mal. Sin embargo no perdió el ti em– po y desc ribi ó el paisaje. En algun os momentos se marav illa ele aque– llas so ledades y le vienen ganas el e quedarse allí en vida ele anacore– ta. Continúa, sin embargo, por no contrariar la voluntad divina. An– clando día s y má s días, en vez ele caminar hacia la Cordillera, se en– contró en Paraguay, en la pobl~ción llamada San Franci sco Javi er, residencia ele PP. J es uíta s. Es allí en verdad franc o y leal el recibi – mi ento. Descan só un os quince días y admiró la labor mi sional y la cultura qu e van creando en el paí s los jesuítas con su s fábricas e :nclustrias. Confiesa el Padre Florentino que mientras estm·o en Buenos A ires oyó grandes elogios ele la mi sión ele Paraguay, pero qu e era menos ele lo que vió con sus p ropios ojos. Al desped irse pa– ra tomar el camin o ele Córdoba, le dieron todo lo que era meneste r para el -viaje, in cluso guías del camino. El Padre Fl or entin o llegó a Córdoba. En el trayecto un gentil hombre. espaií ol, cl u eií o de unas. Chacras, le rec ibi ó esplén cfalamente. Había encontrad o mu cha s cha-– eras que le encantaron. Al llegar a Córd oba esc ribe : ·'Co rduba est un e vi lle as sez co nside rabl e et plus grand e que Bu enos Ay re s ... " De Córdoba caminó hacia la co rdillera y se colocó en dir ecc ión rec-– ta ha ci a Mendoza. Pero hay un episodi o que no debemos omitir. Creyendo que durante una ele sus jornadas llegaría a un poblado ele chacra en chacra, aba ndonó los guías y se v ió so lo alca nzado p oi– la noche en un bosq ue. Se le ocurri ó . como una cora zonada, que debía subir a un árbol para asegurarse ele los animales. En efecto, trepó a un o y se amarró con el co rdún ele la cintura para no caer. Co– menzaba a dormitar cuando oyó un ruido extraii o ... A la luz ele la !una vió al pie de l árbol un tig re que rodeaba el t ronco buscand o man era ele subir. El olor ele carn e humana azuzaba a la alimafia, sin eluda alguna... H izo -vari os experimen tos pretencliencl o subir a. hrincos, pero no logró su intento. Dice el v iaj ero, con razón, qu e aquella fué la noche má s larga ele su vicia ... A l fin, pe rdida la par– tida, el animal se retiró. /\. la mai'ian a sigui ente, el m1 s1onero sigui ó su camin o y llegó a ~kndoza. Allí un sace rdot e espai'iol le recibió amablemente. y ]e cond uj o a la res ide ncia de los PP. Jesuítas. Es tos PP. sab ían ele s u
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