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LA ORDEN CAPUCH INA EN T IEMPOS DE LA COLONIA .109 de Bourges, m1s1 onero capuchino, menc10na en su r elaci ón del Vicl– Jt, que consta en A nal. Ord. Cap. XXII, p. 143. De Lima vinieron a los pocos añ os a Santiago a una funda ció•1 de la Señora Ferre] y ocuparon la casa ele Doña Margarita Carrión. Debió ser hacia 1722, al ocupar la Sede ele Santiago D. A lejo Fer– nando R ojas. El permiso Real para la funda ción ele Santiago es d e 1721, aca so con la intervención del Gobernador colonial D. Juan A ndrés de Usta ritz. Doña Margarita Carrión otorga ba escritura, an– te el escriba,10 Juan ele Morales Melgarejo, el 30 de abril de 1722, para que "se estableciese un monas teri o de Capuchinas, R egla del Seráfico Pad re S. Francisco, qu e están fundadas en la ciuclacl ele los Reyes del Perú". Sor María Agustina, natural ele Quillota (Chile), fué nombrada Abadesa del Monasterio ele Capuchinas ele Santiago, el 14 de mayo de 1748, y al año siguiente le llegó un a Te a! cédula, por la cual Fe- 1ipe V, Rey ele E spaña, conced ía la funda ció n ele un Monasterio de -Capuchinas en Buenos A ires. La céd ula datada el 11 ele marzo de 1745, relata los antecedentes ele la materia. Como se había ob rado en la funda ción del Monasterio de San– tiago, la Abadesa del el e Madrid volvió a hacerse cargo de diligen– ciar en la Corte la del de Bu enos Aires. Representó al Consejo de Indias lo que sol icitaban vecinos y corporacio nes ele Buenos A iTes "por la especial devoción que profesan a su sagrado in stituto desde ·que transitaron por aquel puerto las Capuchinas, que ele esta Corte ·fueron a establecer el convento ele Lima". Se hacía esta solicitu :.l cuand o tocia vía no existía monasterio algun o en Buenos Aires, si bien entretanto, el añ o 17-1-4, se había erigido uno ele Domínicas, ti– i.ulaclo de Santa Catalina. La sol icitud abacial para el es tablecimi en t o de es te mona ster;,J iba seguida ele los testimonios de clonación ele t err enos y edificios 11echa por Don Francisco Arauja y del ele una corta capellanía, fun– c:acla por el prebendado Don Marcos R od rígu ez d-e Figueroa, "para dotación del capellán que fuere ele la casa". Completaban estos instru– mentos los informes favorables a la demanda ele diversas autorida– des y corporaciones ele Buenos Aires, y un ofrecimiento ele la Aba– desa de las Capuchinas de Santiago ele Chile, la cual hacía presente "el fe rvoroso de seo y cel o con que su humi lde Comunidad aspira a tan nob le y necesario fin para dilatar la mayor gloria el e Dios, sin

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