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24 LA ORDEN CAPCCI-TINA. Pero, así como, lu ego ele horrí sona t empe s tael, aparece el sol más brillante, y creemos ser más placentero s u benéfico infl ujo, tal fu é lo acaecielo en la Orden Capuchina, cuanelo pasaelo este parcial eclipse, volvieron a aparece r en público; pues lucieron elías mús esplenelorosos, se recogieron mú s op imos frutos, y el predicaelur capuchino era el que llenaba con su fama de apóstol y ele santo la ,-; regi on es y cümarcas italianas. El P. Angel ele la Chiesa de Sa\·one, era en 153-+, el que reparaba cun c reces el escúnelalo, que el aiio a !1- terior cau sara en Venecia el P. ( )chino, borrand o con °u elucu enci;i_, Yi r t u el y santidael la nota desfa\·o rabl e que sob re los capuchinos ha– bía recaído en aquella iglesia. Y glorias son ele la ora toria ;-;agrada, en este siglo XVI, el P. Jeró nimo ele Soriano, cuyos sermones ele tres ho ras eran escuchados a veces por mús ele ~5.000 hom hres, en los cu ales pro\·ocaha a Yoluntacl la risa o las lúgrimas. Co mpaii.er u suyo, aunque no ele elocuencia tan arrebatadora fué el P. Jo::;é elt: Femo; como preelicaclor ele extr emada ciencia fué el P. Jerónimo c.ie Pistoya, co n::; ejero ele Pío V en la expeelición cuntra lo s Turcos y d elegado en el Concilio de Trento . En Italia queeló grabada con caractere:,; indelebles la figur -t excelsa del mi ::;iunero espaiiul I'. : \lfonso Luhu, de quien d ecía, -[U años después ele haberl e oído pr,eclicar, el Emmo. Cardenal Federico Borrom eo, ' 'q u e era el primer o rador ele s u tiempo, y p udi era ser ele todos los tiempos ''. Con la rápiela propagación ele la reforma protestante en todos los países ele Europa. principalmente en los centrales, los capu– d1:nus tm·ieron y encontraron donde desarrollar su acti\·idad y _, fuego ele su cel o ; y Suiza infici on aela por el calvinismo escuchó la palabra entusiasta del P. Q u erubín de l\'[a uri enn e , Espíritu ele Beaumes, y Antonio de T ou rn on, q ue sigui endo el ejemplo de su ca u elillo y aband erado S. Fidel ele Sigmaringa, trabajaron con tant ll a rcl or e intrepid ez, q u e según el teslimonio ele San Pedro Carns1,,, eclipsaban la labor de los Jesuítas. En Francia nos encontramos con el P. Hono rato de Cannes, c uya elocuencia pers uasiva deb ió so rprend e r al P. Lacurdaire, es– cribiendo elespués ele oir a estos o radores humildes del s igl o xrx, aqu el elogio sublime, pronunciado desde la cáted ra ele Xtra . Sra . cie París:. . . ¿ Quién podrá, quién osará hablar así al p ueblo, smo el apóst ol del pueblo, el CAPUCHINO, con su cordón y sus pies

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