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COX\'EXTO llE COIIUOílA 233 l:1 Di<,ce,;i:; . Por lu cual, estu diado el asunto, ciaba ,;u aprobació·1 j)ara el e,;tahlecimientu ele la Cumuniclad ele PP. Capuchino,-;, ,:uyos Religiosos en los cuatro años que han prestado sus servicios en esta Diócesis han dado muestras de un grande celo por la gloria de Dios y salvación de las almas. Con la ,·omodidacl cíe la Ca;c;a nue\·a y teniendo la iglesia ele \:t..; Hermanas para realizar lo,- trabaj o,; pa r roquiales . cumenzó una nue– Ya Yicla ele mayor actiYiclad apostólica, si cabe. Tanto en la par ro– -q uia como en la Provincia de Córdoba y en las del ':Jorte Argentin o .se distinguieron nuestro,; Padres por s u celo incansabl e. Continua– mente se Yeían llamados por los señores Curas Párrocos para pre– -dicar novenas y tridu os en los p ueblos, respondiendo nuestros Pa– d res ampliam en te a la confianza ele los sacerdotes seculares. Todo el No rt e fué recorrido en tocias direcciones por los P:i.clres ; era tanto -ei trabajo, que sucedía con frec uencia no yerse u nos a o tros los Pad res du rante meses, pues la permanencia ele u nos en el Convento de Córdoba coincidía con la a usencia de los otros. :\sí que era una -Dcasión ele fiesta fraterna] cuando se en con traban t ocios re uni dos. Es imposible poder establecer comparaciones entre ello,; ; tod os se entr egaban al trabaj o con un espí ritu ele abnegación r ealmente <1dmi rahle. Pero sin disminuir los méritos de ningu no de los Pa– -d res, creo se puede en justicia cle,;tacar la figura del R. P. Jenarn de i\ rtavia, alma de la fundación ele Córdoba. D esd e s u llegada s upo atraerse la simpatía de cuanto,; lo t rataban . tanto :-;acerdutes como seculares . En la Curia Eclesiá,;tica g ozú siempre ele un pres– tigio bien ganado por la clivers iclacl de s us actiYiclacles y por el ta– len t o ele organizador. que durante años de,.;plegó en la ciudad de Córdoba. No se olYicla rán fácilmente los católico,; cordobe,.;es de la en er– gía y la prontitud que manifestó el año 1918 cuan do se proclujer r,n en la Univer,;iclad y en las calles de la ciudad aquellos atropellos a la Igles ia y a los católicos . El P. Jenaro fué el paladín infatigabl e. q ue con acierto y Yalentía opuso la resi stenc ia al triunfo del mo\·i– miento anticatólico. Los fieles encontraron siempre en nuestro He rmano un corazón generoso y animado de la caridad más deli– •cada. A nadie hiri<'i, a nadi e persigui ó de man era despiadada. A un los anticleri cales cordobeses reconocieron en el P . J enaro al sacer-
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