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l'O;',;\' ENTO llE CONSTJT \ IC!OX ~0] mosa plegaria de Laurent ele R ill é. Habk> primero el Sr. Valdi,·ia Y luego D. L ui s Rodríguez , Relator ele la Corte Suprema. Desde en tonces la imagen ele la V irgen "Estr ella ele! lVIar" se ve extender sus brazos sobre la Barra iluminada ele noche. E l Excmo. Sr. Fuenzaliela alcanzó de Roma que p ud ieran ga- 1,ar 300 días ele Indulgencias los que r ezaran al pie ele este imponen– te monumento (9 de julio ele 1922). Corriú entonces como verídico el caso ele un nitío ele cincu :llíus , que había tragado por de,;cuido un prendedor de metal d(Jraclu co– mo de tres centímetros y abierto. Sus padres no sabían q ué hacer. En medio de s u natural y fuerte dolor arbitraron medios mil sin r ':– c: ultado. l\ 1 fin la madre, en medio de s u desesperanza y como cri,;– tiana, po ne su confian za en la Vi rgen ele 1\/Iutrún , de la que \·ení:1 hablándose toda ac¡uelJa temporada ele prepa rativos. Resueltamente k hace una manda y, ¡ oh prodigio!, en el momento en que se b ende– cía y colocaba la primera piedra, se t ranquilizó el niñ o y despidió ::uavemente el prendedor abierto ... Dest:ino de este Convento M ucho se habló últimamente :,;obre los conatos ele clausurar '.és– te Convento. Pod ía ser que se pensa ra en ello en vista del aislami en – to en que se encu entra. Acaso, pur este moti vo, en la clistrilrnc ión de familias de 1930 se le dejó con solos tres religiosos : P. Antero de lVIorentin . que murió en Santiago en marzo ele 193-t, P. Fra11ci~c1> de Visca rret y Fr. Leonardo de A rrai z . Mas hubo ele repensarse sobre el tema, porque desapareci1'1 la raúm de cier re de un ConYen to cumo éste , en q ue no falta vida es– pi ritual , ni recursos materiales. Al contrario, puede ser una para– doja próxinu a realidad el que con ser un Con,·ento sin medios de aposto] ización, capaces ele crear recursos económicos para Yivi r y ::ctuar, sea al mismo tiempo el Convento mejor asistido por la pi :::– clacl popular. Para cun,·encernos ele e,;to bastaría fijarnos en los lialance:,; fi– nancieros ele la última clécacla. En la administración del P . Lizú– rraga ( 1926), notamos el ritmo vigoroso de entradas, octub re, pe-
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