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CO:"l\'Ei\: T O DE Xl."EYA POi!PEYA 15/ en i1wierno, com<rtié ncl ose en mar impetuoso que saltaha la Yal!a y se precipitaba ve rtigin osamente por la extensa zona, que se ex– tendía desde los :Mataderos de Linier,;, pasando por el Bajo Flores, :'.'Jue\·a .l'ompeya, Yalentín /\lsina y Barracas, hasta la boca ele di– cho rí o. De imperecedero recuerdo para tocios los pompeyanos fué el día 2-1- ele abril ele 191 L De impro viso se vieron ce rcados los vecinos ue las aguas por todas partes. no quedando o tro recurso que subirse a los techos de las casas para no perecer. En una ho ra habí an alcan– zado las aguas la altura ele metro y medio sobre el nivel de la calle. "Era la noche del lun es, d ice '·El Pueblo", diario católico de Buenos Aire;;. La inundación subía y subía, alcanzando proporcio– nes fo rmidable s. Nueva Pompeya formaba un inmen so lago por cuyas calles discurría la co rri ente bulliciosa ele las aguas, batiendo con es tru end o pavoroso las casas del Yecinclario". "Miles ele se res human os p rorrumpi eron en ayes lastimeros y en gritos de socorro ante la inminencia del peligro, clemanclanclo so– corro. A los gritos clamorosos, se mezclaba el estruendo detonante ele los disparos llamand o la atención y las pitadas de au~ilio. Mu– cha s familias empezaban a abandonar su s hoga r es buscando un lug:1r el e refugio.¿ /\ dónde ir? La vacilación ele los esp íritu s cont urbados en aquella hora suprema duró poco. El templ o, el con vento ele lu~ frailes capuchinos de N ueva Pornpeya tenía abiertas ele par en par sus puertas ofreciendo refugio seguro y amoro,;o a tocios lus clesgn1 - ciaclos. Un foco potente de luz servía de guía a los inundados. Yarios h ermanos legos meticlus en el agua ay udaban al sah·ame nto con la mayor so li citud". "Durank tocia la noche. en las horas más inquietas y pavoro– sas, en que habían cedido por falta ele luz los trabajos de salva– m ento de la policía, lo s frailes continuaron su labor heroica, s111 más med ios que su vol untad ni otro aliciente que la caridad." ''Como siguiera el peligro en aumento, con la crec ida continua de la inundación y mayor v iolencia ele la corriente, los Padres 11,J ~e limitaron ya sólo a r ecib ir desgraciados que demandaban refu– gio, si no que organizaban un servici o de sa] yamento despreciando su vida. Empapados ele agua y ateridos del frío de la noche, con el agua hasta la cintura un os y a caballo otros, auxiliaron a los Yeci-

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