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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS municarse con el mundo exterior. Humanamente hablando, una situación más que apurada. Los haberes del Gobierno estaban sin cobrar y casi sin probabilidad de poder cobrarlos en adelante; el Rmo. P. Llevaneras no decía ni podía decir nada ; en Manila no sa– bían qué hacer en medio de tanto desorden y confusión. Como llovida del cielo vino por entonces una limosna de dos mil pesos y pico de la Sociedad de Misioneros Afri– canos, con cuya cantidad pudo el procurador de Manila apaciguar un tanto a algunos acreedores. Y sobre todo fue entonces cuando los PP. Dominicos es– pañoles de Hongkong, compadecidos de los misioneros de Carolinas, hicieron lo indecible para remediar su apurada situación: En efecto, durante todo ese año de pesadillas y quebran– tos, el año trágico de aquellas apartadas mísiones, fue la Procura de Dominicos de Hongkong la que, con caridad y sacrificios sin límites, estuvo haciendo las veces de Procura Capuchina. De allí salieron varias veces remesas de alimentos, apro– vechando el paso por aquellas islas de alguna embarcación, llegando en ocasiones a adelantar cantidades de dinero, pa– ra aliviar la miseria de los misioneros. Queden pues el nom– bre del P. Evaristo Torres y del P. Noval, Procuradores de Hongkong, grabados con letras de oro en la lista de nuestros amigos y bienhechores. Durante varios años, tristes y largos años de sufrimien– tos indecibles, los misioneros Capuchinos de Carolinas y Palaos, entre las olas solos, no tenían provisiones, ni dinero para comprarlas, ni barcos para transportarlas, debido a la guerra que lo trastornó todo ... El Gobierno de España, ha– bía reconocido su obligación de pagar cada año un mínimum 85
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