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LOS CAPUCHINOS EN FILIPIN.4.S ty, americano, destinado para la Diócesis de Vigan, llegan– do después Mons. Rooker también americano para la Dióce– sis de Jaro. Como fácilmente apreciará el lector, la posición de los sacerdotes españoles era cada vez más insostenible, siendo muchos los que optaron por salir de Filipinas en busca de países más hospitalarios 4 • Una aclaración. Juzgamos este lugar oportuno, para responder a algunas de las acusaciones lanzadas repetidamente por los antifrailes contra los párrocos religiosos. Se les acusaba sobre todo de ser mujeriegos y fuertes ca– pitalistas. El conocido escritor alemán Jagor enemigo sistemático de cuanto se relaciona con el Catolicismo, dice hablando de esta materia: "Suelen echar en cara a los curas de Filipinas sus cos– tumbres libres... se dice que el cura vive en su convento como un sultán en su serrallo ... Respecto a los clérigos indígenas, quizá haya algo de verdad; pero de los españoles 4. Por entonces se firmó un compromiso amistoso entre ei Vaticano y el Gobernador General Sr. William Taft en virtud del cual quedaba autorizado el Sr. Delegado para que algunos religiosos españoles volvie– ran a regentar parroquias, si los habitantes no se mostraban opuestos a su entrada. Y por otra parte se facultaba al Sr. Gobernador para impe_ dir la vuelta de los religiosos españoles a sus parroquias, si sus habitantes no los querían. Se firmó dicho compromiso el 6 de abril de 1903. Por lo tanto antes de que un religioso español entrara a regentar una parroquia, se debía pulsar la opinión común y seguir a la mayoría. Esie compromiso no se hizo público en Filipinas. 75

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