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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS das filas a lo largo de la iglesia y así, después de mucho tiempo, pudo comulgar la apiñada muchedumbre. Es impo– sible fijar el número de comuniones. "Después del sermón de despedida, la emoción de la gente era indescriptible. "Llegó la hora de partir, y como muchos habían quedado sin confesarse, rodearon en nutridos grupos el vehículo del Padre, pidiéndole a gritos se quedara entre ellos. "El fruto había sido magnífico y según decía la gente, lo que les movía a confesarse era la confianza que les infun– dían los misíoneros de guardar inviolablemente el sigilo sa– cramental. "Según dijo en público el Párroco, no recordaba haber visto tal conmoción espiritual en la populosa parroquia de Pasay. "Parecidas escenas se habían visto antes en Corregidor, y se verán después en el pueblo de Malabón, en Tayabas y Lucena" 2 •• Los Capuchinos y el hospital español de Santiago. Corría el mes de marzo de 1902 cuando apareció en Manila el temible y desolador azote del cólera. Fue propa– gándose con increíble rapidez por Manila y sus arrabales y finalmente por todo Filipinas; bien pronto, tanto en las hu– mildes casas de nipa como en las regias mansiones de los ricos, cayeron víctimas del mortal microbio incontables per– sonas. Llegó un momento en que el cuerpo de sanitarios de Manila se declaró impotente para controlar aquella plaga mil veces peor que la guerra más cruel y encarnizada. 2. Al correr el tiempo se dejó a un lado este hermoso apostolado de las misiones populares, debido a las muchas ocupaciones en las parro– quias. 65

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