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BIENVENIDO DE ARBEIZA PP. Capuchinos, postrado ante la venerada imagen de Lourdes y en nombre de la Comunidad allí reunida para el ejercicio del mes de Mayo, prometió solemnemente a la Virgen de Lourdes dedicarle la nueva Iglesia que se estaba construyendo, si libraba a la casa y a la ciudad de Manila de los terribles estragos del anunciado bombardeo. ¿ Debemos afirmar que esta promesa confiada y fervoro– sa alcanzó de la Virgen su ayuda y protección? Es lo cierto que expiró el plazo de rendición y pasó el día 2 de mayo y pasó todo el mes y todo el tiempo de guerra, y Manila no sufrió los temidos efectos de las bombas de la escuadra de De\vey, y eso que, por encima de los tejados de la ciudad murada pasaron silbando enormes proyectiles que más allá sembraron la desolación y la muerte 5 • Las obras de la iglesia se suspendieron durante algún tiempo, debido a lo anormal de las circunstancias, pero se 5. Cfr. P. Juan M.• de Ansoain, Memoria Histórica, p;;jgs. 18 y sigs. sobre esta promesa del Superior de Capuchinos. En nuestra casa no se hospedaron los soldados por no haber lugar, pero se entregó gran cantidad de alimentos para la tropa española que bien los necesitaba. Los soldados españoles salieron de los edificios del Gobierno, hospedándose muchos de ellos en los conventos de Intramuros... Años después con fecha 2 de enero de 1942, los soldados americanos rindieron la plaza a las tropas japonesas del General Masaharu Homa. En enero de 1944 las fuerzas americanas desembarcaban en Linga– yen, Pangasinán; el día 5 de febrero comenzaba la sangrienta batalla en Manila que duró hasta el 5 de marzo, fecha en que las Estrellas (ban– dera americana) vencieron al Sol Naciente (bandera japonesa). En el mes de marzo de 1946 el general japonés Masaharu Ifoma conquistador de Manila, fue condenado a muerte por el tribunal militar americano, junto con varios altos jefes entre ellos el General en Jefe Yamasita, que murió en la horca; el tribunal militar le hizo responsable de los innumerables crímenes cometidos por los soldados japoneses en Filipi– nas, y especialmente por la destrucción de Manila y la horrorosa matanza de la población civil. Se calcula que unas cien mil personas fueron bár– baramente asesinadas por los japoneses en todo Filipinas; entre ellas, nueve misioneros Capuchinos. 58

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