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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS su activa campaña de desplantes y calumnias, hasta que por fin apareció en la prensa de Manila una exposición de– tallada de lo sucedido en Ponapé, firmada por tres Capuchi– nos, y con éso se puede decir que terminó aquella vergon– zosa campaña. Dichos Capuchinos eran el M. R. P. Satur– nino de Artajona, Luis de Valencia y Agustín de Ariñez 10 • Por otra parte, los sucesos de Ponapé contribuyeron no poco a levantar el espíritu misional de los Capuchinos, es– pecialmente entre la gente joven. Dice el Rvdmo. P. Llevaneras en una de sus cartas: "Muchos envidian los trabajos que habéis sufrido ... Otros desean con ansia y ardor ir a compartir con vosotros las fatigas del apostolado. Hasta Roma os felicita por haber sido dignos de sufrir tribulaciones por el nombre de Jesús ... como prueba de mi afecto, añade, escribo a cada uno en particular. No puede uno menos de alabar al Señor, al ver el espíritu seráfico y apostólico que se va desarrollando i=:n toda la Provincia. Basta decirles que en pocos días, me han escrito piéiiendo que, por Dios, les mande a misiones, veinticuatro ... y me consta que son bastantes más los que quieren pedir igual gracia" 11 • Una Real Orden declara a los Capuchinos Misioneros de Ul– tramar, agosto de I896. Este importante asunto, sobre el cual había trabajado el P. Berardo de Cieza, tuvo por fin una solución satisfacto- 10. Id. Algún tiempo después el español Sr. A. Cabeza Pereiro hizo una exposición seréna e imparcial de lo acaecido en Ponapé en el libro, !•" Isla de Ponapé, Manila, 1895. Los 1V11~iuneros Capuchinos quedan en muy buen lugar. 11. Cart. dt. Anuario, pág. 151. 43
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