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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS Buscando a los muertos de Singalong. Arreglados los nombramientos del P. Jacinto como pá– rroco de Singalong y del P. Blas como párroco de la Ermita y capellán del Hospital General, fui a Singalong y empecé a buscar información sobre el lugar donde habían enterrado a los tres Padres. Después de oir distintas versiones, fui, acompañado del P. Rogelio y dos trabajadores, a la prisión militar japonesa donde habían enterrado a muchas perso– nas. Contamos unos 24 montones de tierra que correspondían a 24 tumbas, donde los japoneses habían enterrado a sus víctimas. En cada hoyo había varios muertos. Por indicaciones de una persona que, según decía, había visto cómo mataban y enterraban a nuestros Padres, fuimos al lugar inaicado por ella y comenzamos a retirar tierra; tropezamos pronto con un cadáver y luego con otro dos más. No eran nuestros religiosos. Pasamos después a otra sepultu– ra y luego a otra y ... por fin determinamos abandonar aque– lla operación macabra; pues los cadáveres en plena des– composición, desprendían olor insoportable y la versión de la vieja no ofrecía garantías de veracidad. En otros lugares donde, según otros decían, los ha– bían ejecutado y enterrado, tampoco aparecían rastros de nuestros queridos muertos 7 • En junio de 1945 celebramos un solemne funeral en la Iglesia de Singalong por los tres religiosos a quienes la gente llama los mártires de Singalong. (R. I. P.). 7. Al día siguiente fui otra vez a Intramuros con el P. Regelio y va– rios trabajadores con picos y palas. Pudimos encontrar el lugar donde nuestros religiosos habían escondido algo de dinero, vino de misa, ropa, etcétera y lo llevamos todo en un carro de mano a Singalong, donde el P. Jacinto había comenzado ya a reorganizar la parroquia. 353
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