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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS versidad de Santo Tomás, donde, según noticias, una perso– na había visto al Hermano Fr. Elzeario mal herido y casi agonizante. Había varios cadáveres, pero no se veía ningún rastro de hábito ... Volví al auto y con el corazón cargado de amargura ante la terrible catástrofe, fui a Santa Mesa, donde los Padres Eusebio y Gil apenas podían creer lo que les contaba. Por desgracia todo era verdad. A los pocos días fui a la Ermita y no quedaba piedra sobre piedra. Convento, iglesia y escuela todo había desaparecido. En Tagaytay (Provincia de Cavite). Las pérdidas materiales fueron muy pequeñas, a pesar de haber sido uno de los puntos de más peligro por su situa– ción estratégica. Los japoneses, en previsión de lo que pudiera pasar, aumentaron considerablemente sus tropas durante el mes de octubre de 1944. Vinieron varias veces a ocupar el convento y la iglesia, pero el P. Evangelista se mantuvo firme diciendo que eso les estaba prohibido por las altas autoridades militares. Por fin el día 25 de octubre le obligaron a salir, dicién– dole que podía ocupar una casa algo lejos del centro de ope– raciones. Salió de mala gana y los soldados ocuparon tanto la iglesia como el convento. Los americanos, en preparación de una atrevida opera– ción militar en aquel sector, hicieron frecuentemente con sus aeroplanos varias incursiones arrasándolo todo con sus ame– tralladoras 5 • 5. En uno de esos raids aéreos cayó un aeroplano americano. Las guerrillas salvaron a los tripulantes. Los japoneses hicieron todo lo po– sible para saber dónde estaban, pero no lo consiguieron: arrestaron al P. Evangelista, diciendo que él sabía todo; después de un la:-go interro– gatorio lo pusieron por fin en libertad. 351

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