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BIENVENIDO DE ARBEIZA en los sermones. Le contesté que les explicaba los deberes de los cristianos para con Dios y el prójimo y le recité los Diez Mandamientos con algo de explicación. Al terminar, se sonrió con mucha sorna y dijo que los principios morales del Japón eran más refinados que los nuestros. . Estas intromisiones de los japoneses en materia de reli– gión y estos abusos llegaron, por medio de unos america– nos que lograron escapar en submarino, a conocimiento del pueblo americano y, al parecer, la radio de San Francisco lanzó ataques muy fuertes contra los japoneses. Un disco famoso. A principios del año 1943 fui a Manila y el M. R. P. Flo– rencio me contó su apurada situación. Habían ido varias veces los japoneses acompañados del P. Ikeda, sacerdote católico japonés, pidiéndole insistentemente que un Padre capuchino escribiera un discurso, hablando de "lo bien que los japoneses trataban a los sacerdotes y congregaciones re– ligiosas". Dicho discurso lo grabarían ellos en un disco y sería enviado a la Radio de Tokio para sus programas dedi– cados a la América Española. El P. Florencia se excusó lo mejor que pudo, pero ellos seguían cada vez más insistentes; al día siguiente tenía que dar la respuesta definitiva. En efecto, al día siguiente muy de mañana después de decir misa, se acercó el M. R. P. Florencia y me dijo que un oficial japonés esperaba la respuesta. Dicho japonés se llamaba Mr. Okano; era católico, muy buen católico, oía con frecuencia misa en nuestra iglesia y llevaba siempre en su cartera una estampa de la Virgen de Lourdes. Era muy guapo, apuesto, muy bien educado y hablaba inglés a la perfección. Después de los primeros saludos, nos sentamos. Le preguntamos de buenas a primeras para
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