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BIENVENIDO DE ARBEIZA fin, cuando cayeron varias bombas en aquel mismo sitio y temiendo ser muertos de un momento a otro, salió cada uno por su lado, corriendo todos desaforados por la calle, espe– rando a cada momento los disparos de los japoneses y los pedazos volantes ae la metralla. Los dos Padres fueron al Ateneo de Manila, donde estaba el P. Trinidad, jesuita, con un grupo de estudiantes escolásticos. Les dieron un lugar muy bueno a los Padres en el nuevo edificio del auditorium. Pero al poco tiempo comenzaron también a caer bombas americanas sobre el edificio y salie– ron escapados, refugiándose entre las ruinas de otros edi– ficios. Al poco rato de salir, caía el auditorium hecho peda– zos y envuelto en llamas. Intentaron ir al hospital general, pero alguien les dijo que lo estaban también bombardeando. La situación era tensa, desesperante, cargada de tragedia. En esto vino una persona y les dijo que habían llegado los americanos a la Ermita. Fue el P. Trinidad, S. J. a cerciorarse y se encon– tró con ellos junto al colegio de la Asunción. Volvió a toda prisa para publicar la buena nueva. Dijeron luego a los ame– ricanos que habían huído todos los japoneses; al poco rato ~esó el bombardeo, rg de febrero. Por fin después de tantos sufrimientos respiraron con satisfacción, dando rendidas gra– cias a Dios por haberlos milagrosamente librado de la muerte 3. En casa de un buen amigo. No sabiendo a dónde ir, sin comida y con lo que tenían puesto, siguieron a lo largo de la avenidaTaft y por fin lle- 3. Caso singular. De los 40 refugiados no murió ninguno. Hicieron promesa de celebrar una Misa en las ruina3 de la iglesia, si se libraban de la muerte. 338
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