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BIENVENIDO DE ARBEIZA ojos, avanzaron varios metros, luego algunos más y por fin fueron vistos por los soldados de la vanguardia americana, que avanzaban cautelosamente en medio de ruinas y descar– gas de dinamita (hábilmente plantadas en todas. las calles por los japoneses). Los llevaron al hospital de San Lázaro primero y después al de la Universidad de Sto. Tomás; a los pocos días tuve la suerte de visitar al P. Belarmino, to– davía con las huellas del sufrimiento pintadas en el rostro. Este sí que podía decir que, inesperadamente, había re– sucitado de entre los muertos. Nuestros seis queridos religio– sos quedaron enterrados en el refugio. (R. I. P.). Singalong: Otros tres capuchinos condenados a muerte. Unos meses antes de suceder los tristes sucesos que esta– mos historiando, fui a visitar a los tres Padres de Singalong. compañeros míos en el colegio durante tantos años, el P. Raimundo, párroco y los PP. Santiago y Pacífico coadjuto– res. Les hablé de la decisión que habíamos tomado de man– dar a Pangasinán a todos los viejos y enfermos y les dije, de paso, que ellos estuvieran preparados para abandonar la parroquia, cuando así lo aconsejaran las circunstancias. El P. Santiago me aijo algunas bromas y hasta me indi– có que lo más seguro era Manila. Vosotros, me dijo, los que estais en provincias sois dignos de compasión, molestados de continuo por las guerrillas, los ladrones y los japoneses. Aquí siempre habrá autoridades y policía. Pasaron unos meses. El día I4 de octubre recibí carta del P. Florencia diciendo que todo iba de mal en peor; y que siguiéramos en nuestros puestos resistiendo todo lo posible, a no ser que aconsejaran otra cosa las circunstancias. 334
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