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BIENVENIDO DE ARBEIZA Antes de comenzar a entrar en el mayor de los refugios, les dijo un soldado que procuraran entrar cuantos más me– jor y que estuvieran todos de pie, pues era cosa de poco tiempo. Fueron entrando y, según la orden del soldado, se iban acomodando dentro todos de pie bastante apretados. Así entraron unos ochenta españoles entre religiosos y ci– viles; entre ellos estaban todos nuestros religiosos de Intra– muros; el M. R. P. Florencia de Lezáun, Superior de la Misión, el M. R. P. Félix de Igúzquiza, Discreto, el P. La– dislao de Busturia y los Hermanos Fr. Valentín de Azcoitia, Fr. Elzeario de Sarasate y Fr. Ignacio de Vidania. Después empezaron a entrar en otro refugio todos los de– más con las mismas instrucciones. Una vez dentro, intrigados sin duda por todo aquéllo y altamente preocupados, guardaban todos silencio. Un sacer– dote les invitó a hacer un acto de contricción, y luego dio la absolución general. En esto los soldados comenzaron a actuar como demo– nios, arrojando bombas y granadas de mano por los traga– luces de los refugios; muchos de los encerrados se tiraron frenéticos hacia las puertas, pero allá corrieron también otros soldados recibiéndolos con descargas cerradas de fusil y ametralladora, cayendo casi todos ellos muertos; entonces otros soldados reunieron apresuradamente maderos, hierros y tierra para tapar las entradas de los refugios. Dentro, una escena dantesca: muertos, heridos, caídos unos sobre otros, asfixiados por el humo, por la tierra que levantó la explo– sión de las bombas, etc. separarse de los Padres le dio el P. Florencio su maleta que él guardó fielmente y nos la entregó a los pocos días. También entregó el M. R. P. Florencio más de 2.000 pesos a la fa– milia Peña (doña María) refugiada en San Agustín: Dicha señora guardó fielmente ese dinero y nos lo entregó después intacto al salir de Intramuros. 332

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