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BIENVENIDO DE ARBEIZA párroco de Bugallón. Sucedió que los guerrilleros de Pan– gasinán, alarmados ante el número creciente de filipinos que servían corno espías a los japoneses, determinaron darles un escarmiento. En efecto, informados del lugar dónde vi– vían tres de esos espías en Dagupan, asaltaron la casa, sor– prendieron a los espías, les ataron las manos, los sacaron de la población y por caminos de monte les llevaron a Salasa. Temiendo que de un momento a otro les dieran caza los soldados japoneses, que habían dado ya la voz de alarma, entraron en el cementerio católico de Salasa, mataron a los tres, y el sirviente del Padre Jacinto los enterró. Llegó muy pronto la policía militar; fueron arrestadas muchas personas, y muy pronto parte de la población, te– miendo la venganza de los soldados, se escapó de sus casas. El P. Jacinto pasó días muy tristes pensando en el desenlace del asunto. Por fin fue citado con el P. Hipólito de Azcoitia ante la policía militar de Dagupan. El intérprete japonés l\:1r. Nakashima era muy conocido de ellos, pues ya antes de la guerra tenía una casa comer– cial en Dagupan. Con esto se animaron un poco. Comenzó la investigación con esta extraña pregunta del jefe de po– licía: "Durante estas últimas noches, mientras dormían ¿no se les han apareciao las almas de los muertos?". Vieron enseguida a dónde iba la pregunta; pero, disimulando, res– pondieron que los cristianos no creen en las apariciones de las almas. -Bueno; pero si Vds. no han visto las almas .. ¿saben algo de tres personas que fueron muertas y sepultadas en Salasa? Corno el P. Jacinto era el interesado, dijo que él no ha– bía visto nada de lo ocurrido. ¿Pues no es de Vd. el ce– menterio? Sí, contestó, pero yo no estaba aquel día en la 326

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