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BIENVENIDO DE ARBEIZA Entonces el Coronel preparó una carta que entregó al P. Florencia para que se presentara al jefe militar de Ta– gaytay. En dicha carta ordenaba a los soldados desocupar la iglesia y convento (como estaba mandado desde un princi– pio por la Administración japonesa) y daba al mismo tiem– po permiso para que se estableciera en el convento un Pa– dre Capuchino. El M. R. P. Florencia. acompañado del P. Evangelista y el P. Román, subió a Tagaytay y pidió ver al jefe militar. Se llamaba Mr. Maeda; era hombre de mucho cuerpo, de facciones duras y de modales nada atractivos. Residía en el hotel del Gobierno. Los recibió de mala gana ; leyó la carta y, bastante dis– gustado por tener que aceptar una orden superior contraria 2. la suya, dio media vuelta a la silla, se puso de espaldas y (mientras paseaba por la boca, nervioso, un palillo de dien– tes), les dijo por medio ael intérprete que el Padre debería estar siempre dentro del convento sin observar lo que hacían los soldados, que cerrara todas las puertas y ventanas y que admitiera a los filipinos solamente para la misa del do– mmgo. El P. Florencia, aunque no del todo satisfecho, le dio las gracias y volvió a Manila; después de hablar con el Sr. Ar– zobispo, determinó subir él mismo a la parroquia, siendo nombrado (caso de emergencia) párroco de Tagaytay, a pesar de ser Custodio Provincial. Estando allí se hizo amigo de un japonés civil llamado Mr. Cano, el cual le facilitó un pase para poder viajar en su camión de Tagaytay a Manila. Con esto arregló muchas cosas de golpe, pudiendo así comunicarse con los religiosos de Manila y comprar comida, teniendo, al mismo tiempo, una persona que podía sacarle de muchos compromisos con 3i8

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