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BIENVENIDO DE ARBEIZA Cuando nos hallábamos a unos diez metros, se volvió hacia nosotros y con un fuerte sonido gutural nos mandó parar. Así lo hicimos. Se acercó a nosotros. Conforme habíamos convenido antes, no decíamos más que, "Spanish" y no sa– líamos de ahí. Nos mandó esperar; llamó a otro soldado, el cual entró y volvió al poco rato acompañado de un oficial. Este oficial nos hizo señas para que entráramos y con toda finura y cortesía nos dijo en español: Buenas tardes. ¿En qué puedo servirles? Caramba, qué sorpresa ¡Le expli– camos nuestra situación, le entregamos dos cartas, una en español y otra en inglés. La primera para el cónsul español y la otra para el jefe militar japonés. Fue a la oficina de los altos jefes; vimos cómo hablaba con ellos. Al poco rato sa– lieron varios oficiales y, por medio del que hablaba español, nos preguntaron muchas cosas. A los diez minutos, más de treinta militares nos rodeaban, mirando con curiosidad mis sandalias, hábito, cuerda, barba. Por fin nos dijo el intér– prete que todo estaba arreglado. Que fuéramos a la oficina de la Policía a sacar el pase y que después podíamos ir a San Miguel. Para mayor segu– ridad nos dio como acompañante un soldado, que llevaba un brazalete del Cuerpo de Correos. Nos despedimos muy contentos y, hasta con la debida reserva, me permití dar unos golpecitos en la espalda al oficial intérprete, mientras le expresábamos las más rendidas gracias. Al salir ya, le fe– licité por hablar tan bien el español y le pregunté : ¿Dónde ha aprendido español ? ¿Dónde?, pues en la escuela. Se rio, nos reímos también nosotros y respiramos más libremente saliendo camino de la Oficina de pases. A lo largo del camino, más de dos kilómetros, veíamos grandes montones de municiones, de comida, de gasolina, 310
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