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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS arreglar el viaje y salimos para la Hacienda del español Sr. D. Juan Castellví, donde pasamos una semana, como luego diré. Pocos días después un filipino, el Sr. Modesto Atienza, me dijo que aquellos seis hombres eran seis ladrones de mala fama, y que su intención era sacarnos en su carretón, lle– varnos al monte, robarnos todo y luego ... El Párroco de Tarlac me dijo lo mismo. Por segunda vez la muerte nos había rozado con sus negras alas. Llegamos, pues, a la hacienda de D. Juan, donde nos trataron con toda cortesía y deferencia; nos dieron de comer, nos buscaron una pequeña casa, etc. El día de Reyes tuvi– mos misa con sermón y adoración del. Niño, y por la noche organizamos una pequeña velada. Una de las sorpresas de dicha velada nos la dio un ilustre abogado de Tarlac y líder obrerista durante muchos años, al hablar entusiasmado del Gobierno Japonés, de su ejército y de la conveniencia o mejor necesidad de cooperar con los conquistadores. No hicimos comentarios, aunque nos pareció su discurso sumamente imprudente. A los pocos días dicho señor fue a Tarlac, donde estaban los japoneses y, por no sé qué mo– tivo, le dieron unos cuantos bofetones, volviendo a todo correr al monte, probablemente con distintas ideas sobre los conquistadores. Pasaporte para San Migu,el. Seis días habían pasado y yo no podía quitar de la cabeza el pensamiento del convento, de la iglesia, etc. Le supliqué encarecidamente a D. Juan que me acompañara, y, por fin, después de larga deliberación, entre lloros y que– jas de su esposa e hijos, salimos el día II para Tarlac. Pre- 307
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