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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS me v~o ... se levantó como por resorte, cogió el fusil, lanzó unos gritos de alarma llamando a sus compañeros ; salieron unos ocho tumultuosamente y apuntándome con los fusiles, corrieron hacia mí... sin saber qué hacer, instintivamente levanté las manos y aguardé; me quitaron la maleta que traía, me cachearon, me dieron varios empujones, gritaban, hablaban a la vez ... , confusamente, alborotadamente. Uno de ellos me arrimó una pistola al pecho, mientras los otros registraban la maleta ... En esto, un soldado vino hacia mí furiosamente, con decisión, al parecer dispuesto a hacer algo definitivo ... gritaba, me hacía preguntas y yo no entendía nada ... Vino luego otro corriendo y,_ agarrándole de los hombros, le hablaba con mucha energía, queriendo disua– dirle ... convencerle ... El de la pistola no se apartaba de mí. En esto abrieron la maleta y comenzaron a sacar el conteni– do ... Tenía varias fotografías y empezaron a mirarlas con sumo cuidaao una por una ... Desde que me detuvieron y mientras examinaban la maleta, me dijeron varias veces: Americano ... Americano. Yo por mi parte, respondía fuerte– mente que no, acompañando mi negativa con un signo de la cabeza ... Hice entonces señas al de la pistola de querer hablar y pude sacar los papeles de identificación... Me los arrebataron; los ponían en distintas posiciones y no podían leer. .. Tomé yo uno y leí... tampoco entendían... Por fin, como guiado por una inspiración de Dios, cogí unas fotogra– fías de la maleta, en las que yo estaba retratado con mu– chos chiquillos de escuelas y otras con los PP. de Manila. Al fin cayeron en la cuenta de que yo era sacerdote ... Y sin más, me mandaron meter las cosas en la maleta y a una señal de la mano y un grito me dijeron que me marchara. Así lo hice ... mirando algo disimuladamente de reojo, por si las moscas. A lo lejos, hacia la Pampanga repiqueteaba furiosamente 305

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