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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS pezó. Téngase presente en primer lugar la dificultad de ha– blar y predicar, confesar, etc., en un dialecto nuevo, estu– diado a prisa y corriendo con gramáticas viejas y defectuo– sas, sin diccionario, sin libros de predicación; añádase a ésto el no conocer a la gente, las costumbres orientales com– pletamente nuevas para un sacerdote de Navarra, luego las llamadas a enfermos, la enseñanza del catecismo en las es– cuelas, las mil y una actividades parroquiales- y para colmo <le todo, la iglesia y convento que necesitaban una urgente y general reparación Pongan Vds. a un Padre joven en medio de ese mundo nuevo, con todas las dificultades, y con toda la responsabi– lidad de un párroco y se darán cuenta del caraje y arrestos necesarios para no sucumbir rendido por la carga. Para colmo de desgracias tuvo algunos piques con el Presidente, causándole esto no pocos disgustos. Pero poco a poco se fue dando cuenta del terreno que pisaba y fue conociendo más y mejor a la gente. Una de las actividades más meritorias del P. Alberto fue la organiza– ción de los catecismos en todos los barrios, llegando a traer nutridos grupos de niños a las primeras comuniones, y pre– parando así una nueva generación de cristianos bien ins– truídos, que son la esperanza de la parroquia. El P. Benjamín metido a ingeniero en Bugallón. Como queda dicho, el P. Cesáreo, en su prisa para aca– llar las sordas protestas de los de Bugallón, levantó sola– mente la torre pegada a la antigua iglesia de hierros y tablas bamboleantes, edificó casi todo el convento y luego se tras– ladó a la parroquia de Labrador; así que el P. Benjamín tenía delante de sí muchos problemas que resolver y uno de ellos era el edificar cuanto antes una iglesia sóíida y de- 269
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