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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS Adelante iban las obras, cuando los de Bugallón empeza– ron a demostrar sus sospechas y descontento por verle de– masiado arrimado a los de Salasa, y aún hubo un bravucón fornido del pueblo que se juramentó delante de un buen grupo de personas, a propinarle una buena serie de puñeta– zos al Padre para, según decía, hacerle entrar en razón. Por otra parte la familia de don Manuel Muñoz prome– tió al P. Cesáreo la ayuda y protección incondicionales de sus trabajadores siempre y cuando fuesen necesarias. Dice a este propósito el P. Fernando que el P. Cesáreo tuvo que capear entre angustias mil esta delicada situación. Una vez terminadas las obras más urgentes en Salasa, se acordó de la promesa hecha a los de Bugallón y como los veía bastante impacientes, decidió empezar cuanto antes los trabajos. Comenzó a construir la torre de cemento armado, que no era ninguna maravilla arquitectónica, pero que la gente sencilla de Bugallón la vio levantarse entre aplausos y vivas al cura capuchino. Poco después edificó junto a la iglesia un convento tam– bién bastante sencillo, pero que en Bugallón venía a ser un buen edificio. La parroquia de Aguilar abandonada después de una pedrea. Un incidente que con harta frecuencia sucede en Filipi– nas tuvo lugar en Aguilar. En efecto, el párroco filipino P. Payoyo, por una desaveniencia que tuvo con sus feligreses, fue violentamente apedreado durante la noche; y él, te– miendo alguna venganza, salió por pies a favor de la oscu– ridad, abandonando la parroquia y resuelto a no volver más a ella 5 • 5. ¿ Cuál fue la razón de esta pedrea? Pues sencillamente, el deseo del cura de corregir una costumbre muy poco conforme con la liturgia. 265

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